La arcilla cumple una
función cosmética y beneficiosa desde hace muchos siglos, siendo los
egipcios uno de los primeros pueblos que descubrieron su gran poder curativo y relajante.
En un principio, más que para tratamientos de belleza, se utilizaba para bajar
las inflamaciones, curar heridas, reuma y también para embalsamar.
Este tipo de tratamientos, aunque han estado durante largo tiempo
olvidados, en los últimos años han adquirido gran auge, y comienza a haber un
gran número de adeptos para hacer terapias curativas y de belleza.
Según estudios comprobados el
barro o la arcilla posee un sinfín de minerales que son capaces de
extraer las impurezas del interior de nuestra piel purificando así nuestro
cuerpo. Las toxinas y sustancias venenosas
para el cuerpo son absorbidas por el barro, liberándonos así de elementos
nocivos. Esta acción se debe principalmente a que la tierra y el cuerpo humano
tienen casi la misma composición química, cuyos elementos son carbono, oxígeno,
nitrógeno, y minerales como azufre, cloro, potasio, magnesio, calcio, cinc, cobalto y cobre. En el campo de la belleza, el barro se utiliza sobre
todo para la limpieza del cutis, el tratamiento de la celulitis y
la flaccidez, así como de enfermedades cutáneas como el
acné. Cuando se coloca en el cuerpo, la temperatura aumenta y entonces los poros se dilatan, permitiendo una mayor penetración de los
activos arcillosos en la epidermis. A través de esto, se elimina un exceso de grasa en
la piel, se suaviza y pule la misma, se estimula la circulación sanguínea, se disminuyen las pequeñas
inflamaciones y se tonifica e hidrata.
A
la arcilla disuelta en agua se le pueden añadir diferentes ingredientes que le
van a añadir diferentes propiedades, como infusión de manzanilla, zumo de limón,
miel…
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quieres probar un relajante masaje en tu propia casa con arcilla verde, no
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